Suicidarse en vida por defecto,
lamiendo las aristas de la razón,
perforando el condón regalado,
en el todo a cien pulsaciones por minuto.
Se empañan los cristales de una urna,
con el calor donde late el motor,
viejo y gastado por la experiencia,
de revolucionarse cuando se desnudan las verdades.
Y una copa es un delito,
al que me condeno por prescripción facultativa,
degeneración y un sumatorio en duermevela
un suma y sigue a tumba abierta, droga sin hierba.
Y un castigo es un suplicio,
si las horas pasan de sesenta minutos,
si se aleja el sonido de la efervescencia,
del amor con ereccion en las caleyas.
Vente hasta aquí y atrévete a mirarme,
donde nunca me vio nadie brindar,
en el rincón preferido por mis sentidos,
por los pelos de punta sin anestesia.