Trituraba libros con sus propias manos,
sobre mi piel desnuda,
hasta que no pude respirar,
y me tuvo que seguir,
para pedirme la palabra exacta
que pudiera salvarnos.
Bebía la vida de un vaso,
con azucar en los bordes,
y limón para cuando hiciera falta,
y licor 40 grados en el interior,
para quien quiera compartir.
Gritaba por la noches,
sola en su habitacion,
nombres de chicos,
que nunca nadie se atrevió
a preguntarle por ellos.
Casi me ahogo con ella,
y dicen que también,
gritaba mi nombre.
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